Viajar a Lisboa es casi un deber. Y acá te contamos por qué…
Visitar Lisboa y comer mal es imposible: Este destino tiene una amplísima y deliciosa gastronomía. Se destacan las feijoadas, el pescado y su marisco o la gran variedad de quesos. Por supuesto no te podés ir de Lisboa sin probar los famosos pasteles de Belem.
El idioma tampoco será un problema: si no hablas portugués ni inglés, siempre harán un esfuerzo para entenderte, como dicen ellos, utilizando el portuñol.
Es un destino económico y seguro: Portugal es un país dentro de todo barato, se nota aún más cuando te alejás de las grandes ciudades portuguesas y visitás pequeños municipios. Como sucede en todas las ciudades que no conocés, tenés que estar atento pero en general, Lisboa es una ciudad muy tranquila y segura.
Y como si hicieran falta más razones para perderte en las calles de esta ciudad mágica, acá te mostramos 10 cosas que no podés dejar de hacer en Lisboa. Si cumplís con esta lista vas a descubrir a fondo la capital portuguesa:
Lisboa está construida sobre siete colinas, y aunque anticuado, su sistema de tranvía no es sólo un milagro de la ingeniería, pero sí la mejor manera de recorrer la ciudad. La Ruta 28 se extiende desde la Basílica de la Estrella hasta el Bairro Alto (mayor distrito), la Baixa, la catedral y el castillo. Te llevará por todas las áreas claves y lugares de interés en corto tiempo por solamente aprox €3,85.
Este mercado es actualmente uno de los mejores lugares donde comer en Lisboa. Además podés disfrutar de un buen ambiente entre los muros de un edificio histórico que durante décadas fue el centro de la vida comercial de la ciudad por su cercanía al Tajo.
Este paraíso de los gourmets se encuentra en la Avenida 24 de Julho 50 y el acceso es gratuito. Abre de domingo a miércoles de 10:00 a 00:00 y jueves a sábados de 10:00 a 02:00.
Acá vas a disfrutar de los mejores vinos, quesos y fiambres por precios muy accesibles. La parte central del mercado cuenta con mesas de madera corridas que se comparten entre todos los puestos, por lo que es un lugar genial para ir con amigos o en pareja y que cada uno disfrute del tipo de comida que prefiera sin tener que cambiar de local. La comida portuguesa es una de las mejores del mundo!
Los azulejos son parte integral de la cultura portuguesa y no podés irte sin no de ellos. Generalmente se venden como souvenirs, para que los turistas puedan llevarse con ellos parte de Lisboa. El Museu Nacional do Azulejo (Museo del Azulejo) es el mejor lugar para comprar azulejos, ubicado en Rua do Alecrim 95, en el barrio de Chiado. Este magnífico edificio del siglo XVI ilustra la historia del arte del azulejo y sus diversas influencias: árabe, flamenca, española, holandesa e, incluso, del continente asiático.
Caminar y perderse por sus calles es la mejor forma de conocerla. La mágica luz de Lisboa resalta sus coloridas calles y ese tipismo característico que mantiene, mezcla de ciudad tradicional y, a la vez, cosmopolita.
Si te animás a más, alejate del centro turístico y visitá LX FACTORY, es el mercado más vanguardista de Lisboa: hay tiendas, puestos y restaurantes ubicados en una vieja fábrica. Mantiene ese aire un poco hipster tan de moda últimamente y vale la pena visitarlo para conocer la cara menos turística de Lisboa. Las nuevas generaciones de jóvenes artistas y diseñadores han convertido este lugar en un espacio creativo. El LX Factory alberga un buen número de locales interesantes, es imprescindible visitar la librería Ler Devagar.
No podés abandonar Lisboa sin visitar uno de los monumentos más conocidos de Lisboa. Tanto de día como de noche su imagen sobresale en la cima de la colina de San Jorge, la más alta de Lisboa y donde se encuentran los barrios Castelo y Alfama. Además del castillo con sus once torres en el mismo recinto hay un pequeño museo, un bar y un restaurante.
En Lisboa, muchos restaurantes y bares ofrecen una vista panorámica desde sus terrazas. Desde ahí podrás ver el castillo San Jorge, el Río Tajo y toda la ciudad de Lisboa. Memmo Alfama Hotel es un edificio reformado de finales del siglo XIX en el pintoresco barrio de Alfama que cuenta con un bar de vinos, una piscina al aire libre y las mejores vistas. La vinoteca de la 1ª planta es el lugar ideal para disfrutar de vinos portugueses y comidas ligeras al son de la música portuguesa. Abre de lunes a domingo, de 18:00 a 23:00.
Fernando Pessoa o José Saramago son solamente algunos de los escritores portugueses que nos han inspirado a través de sus poemas y relatos. Si querés hacer un paseo diferente, visitá el bar A brasileira, fundado en 1905 y frecuentado por los más brillantes escritores (entre ellos, Pessoa y Almada Negreiros). Este es un café histórico en 120 Rua Garrett, cerca del Elevador de Santa Justa, que no sólo sirve un excelente café, sino que también contiene una magnífica arquitectura interior de inspiración Art Nouveau.
Construido en 1902 por Raoul de Mesnier du Ponsard, discípulo de Gustave Eiffel, el Elevador de Santa Justa conecta a una calle, Rua Aurea en Baixa, con otra, Largo do Carmo, que se extiende a una altura de 45 metros. Tomar el ascensor de hierro vale la pena, no sólo por su interesante mecanismo, sino también por la vista panorámica que se puede disfrutar desde el café en la azotea. El precio del billete es de 6 euros aprox. Si tenés tiempo almorzá en el restaurante Bella Lisa, desde allí podrás disfrutar de un buen plato junto con una de las mejores vistas de Lisboa.
Ese pastel merece una, dos y 100 visitas a Lisboa si es necesario. Están por todo Portugal: en supermercados, tiendas, mercados y pastelerías. Pero los únicos y originales están en la pastelería en el barrio de Belém en Lisboa, justo al lado del monasterio de los Jerónimos, la vas a reconocer por las largas filas en la puerta del lugar. Estas tartaletas consisten en una base de masa hojaldrada rellena con una crema parecida a la pastelera aunque más suave preparada a base de nata. En general, se acompañan de canela y azúcar glasé. Cada pastel cuesta 1,90 euros aprox.
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